
La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que comprende todos los procedimientos que dañan o extirpan partes de los genitales femeninos sin razones médicas. Tradicionalmente realizada en entornos comunitarios, ha sido progresivamente practicada por trabajadores de la salud, un fenómeno conocido como “medicalización”, que, lejos de reducir el daño, puede incrementarlo.
Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, para 2020, 52 millones de mujeres y niñas habían sido sometidas a MGF por personal de salud, representando uno de cada cuatro casos. La Dra. Pascale Allotey, Directora de Salud Sexual y Reproductiva e Investigaciones Conexas de la OMS, señaló:
“El sector de la salud debe ser un agente de cambio, no un perpetuador de prácticas nocivas”.
Contrario a lo que podría esperarse, la evidencia demuestra que la práctica médica de la MGF no la hace más segura. Procedimientos más profundos, mayores complicaciones y la falsa percepción de legitimidad constituyen riesgos graves que socavan décadas de avances en derechos humanos y salud pública.
Nuevas recomendaciones: cero tolerancia a la mutilación genital femenina en el sector salud
La nueva directriz de la OMS, The prevention of female genital mutilation and clinical management of complications, establece acciones específicas:
- Prohibición formal: Introducir códigos de conducta que impidan explícitamente que médicos, enfermeras y matronas practiquen la MGF.
- Capacitación proactiva: Formar a los trabajadores de salud en la prevención de la MGF mediante estrategias de comunicación culturalmente sensibles.
- Sensibilización comunitaria: Involucrar a hombres, niños y líderes comunitarios para cambiar percepciones sociales y erradicar la práctica.
Como afirmó Christina Pallitto, científica de la OMS y responsable de la directriz:
“Los trabajadores de salud pueden ser líderes de opinión fundamentales para cambiar las actitudes hacia la MGF y desempeñar un papel crucial en su prevención”.
Este enfoque reconoce la autoridad moral que tiene el personal sanitario dentro de las comunidades, y busca transformar ese liderazgo en un motor de cambio positivo.
Atención clínica especializada para las supervivientes
La MGF no solo tiene consecuencias inmediatas, como hemorragias graves y riesgo de infección, sino que también genera secuelas a largo plazo que incluyen complicaciones obstétricas, dolor crónico, traumas psicológicos y disfunciones sexuales.
La nueva guía recomienda:
- Servicios de salud mental accesibles.
- Atención obstétrica especializada para mujeres con antecedentes de MGF.
- Disponibilidad de procedimientos de reparación quirúrgica en casos indicados.
La evidencia muestra que una atención respetuosa y basada en evidencia mejora la recuperación y el bienestar de las supervivientes, y es fundamental para reparar, en parte, los daños físicos y emocionales.
Resultados alentadores, pero desafíos persistentes
Aunque la prevalencia global de la MGF ha disminuido la probabilidad de que una niña sea sometida a esta práctica se ha reducido en un tercio desde 1990, la situación sigue siendo crítica en muchos países. Se estima que 4 millones de niñas están en riesgo cada año, principalmente en unas 30 naciones de África, Oriente Medio y algunas regiones de Asia.
Los avances registrados en países como Burkina Faso (reducción del 50%), Sierra Leona (35%) y Etiopía (30%) entre adolescentes de 15 a 19 años demuestran que la combinación de compromiso político, educación comunitaria y aplicación efectiva de la ley puede revertir esta práctica.